A Opinión del 1/12/25

Foto: Desde la Red

La ciudad que resiste: ciudadanía frente a la incertidumbre nacional

Hay ciudades que, aun en medio del ruido nacional, mantienen un pulso propio. Aguascalientes es una de ellas. Aquí, entre calles que parecen tranquilas y rutinas que avanzan casi por terquedad, se esconden historias de una ciudadanía que no se rinde, que intenta sostenerse mientras el país entero lidia con sus propias grietas.

No es necesario ir muy lejos para entenderlo. Basta con escuchar a los productores del campo que, cansados de promesas que envejecen más rápido que las cosechas, han decidido cerrar carreteras para recordarle al país que sin ellos no hay mesa posible. O ver a las familias que, entre el tráfico y el miedo a la violencia, buscan mantener una vida normal sin renunciar a sus sueños. Aguascalientes también vive en ese vaivén: entre la calma que presume y la incertidumbre que comparte con el resto de México.

En los últimos meses, los cuestionamientos hacia las autoridades se han vuelto más directos. Ya no se trata solo de exigir resultados; se trata de recuperar la sensación de que alguien está escuchando. La gente lo dice sin rodeos: “No queremos discursos, queremos certezas”. Esa demanda, sencilla y profunda, resume el ánimo colectivo. La ciudadanía no está esperando milagros, solo coherencia y un poco de verdad.

Pero, a pesar de todo, aquí ocurre algo que vale la pena reconocer. Cada vez que el panorama se complica, en Aguascalientes aparece una especie de reflejo comunitario: vecinos que se organizan, activistas que levantan la voz, jóvenes que proponen, colectivos que tejen redes donde antes solo había quejas dispersas. No es que tengan todas las respuestas, pero están buscando caminos —y eso, en tiempos de desconfianza, es un acto de valentía.

México puede estar sumido en debates eternos, en cifras que nunca coinciden y en narrativas que cambian según el micrófono que se tenga enfrente. Pero la realidad local no espera a que el país se ponga de acuerdo. Aquí la gente sigue avanzando, a veces con dudas, a veces con rabia, pero siempre con ese sentido práctico que caracteriza a los hidrocálidos: si algo no funciona, se arregla; si no se puede, se vuelve a intentar.

Por eso esta ciudad, con todo y sus heridas, sigue siendo referente de estabilidad. No porque esté exenta de problemas —los tiene, y muchos— sino porque su gente ha entendido que resistir no es aguantar pasivamente, sino apropiarse del rumbo cuando el resto parece perderse. Y en ese gesto cotidiano, casi silencioso, hay más futuro del que imaginamos.

Aguascalientes no vive aislada de la tormenta nacional, pero tampoco se deja arrastrar por ella. Mientras el país debate su propio destino, aquí la ciudadanía construye el suyo, paso a paso, sin estridencias, con la convicción de que la incertidumbre no se enfrenta solo con política, sino con comunidad.

Y quizá ahí esté la verdadera fuerza de esta ciudad: en la gente que, aun con miedo, sigue adelante. En los que reclaman, en los que ayudan, en los que no se rinden. En quienes entienden que resistir también es una forma de esperanza.

Al tiempo… y a su opinión

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