“La novia que nunca me quiso”: el himno perfecto para una ciudad que quiere a todos… menos a uno solo
Armando Palomas lo volvió a hacer. Lanzó “La novia que nunca me quiso”, una canción que —hay que decirlo con toda la ironía que amerita— es una maravilla dolorosa, un poema crudo de esos que solo él puede convertir en borrachera colectiva y carcajada sentimental. Es una gran canción, por supuesto; aunque, siendo sinceros, ¿por qué habría de quererlo esa novia ficticia si ya nos quiere a todos? Sí, a todos, sin excepción.
Porque, siendo sinceros, ¿por qué la ciudad lo querría solo a él, si la chula Aguascalientes ya presume a Napoleón cada vez que puede, cuando puede se sale de fiesta a esdondidas con Sergio Vallín y hasta le robó el corazón al maestro Armando Manzanero? Pretender amor exclusivo en un lugar así es casi un exceso de optimismo. Y lo mismo pasa con la Catrina: ¿por qué tendría que ser antitaurina si el Monstruo de Córdoba le robó el corazón en la San Marcos y perdió la razón de tanta pasión una tarde de abril por José Tomás?
En esta tierra nadie quiere solo a uno; aquí el amor se reparte como boletos de feria: para todos, sin preguntar preferencias.
Y ahí está el detalle: Aguascalientes, nuestra querida ciudad, tiene un corazón grande… pero un corazón de condominio. Un espacio donde caben todos, pero nadie tiene departamento exclusivo y el Pent House ya es un Airbnb.
Aquí nadie puede presumir amor único porque esta tierra quiere parejo, sin compromisos, sin fidelidades; un cariño repartido en cuotas mensuales que a veces ni alcanzan. ¿Cómo podría esa novia inventada —o real, o metafórica— amar solo a Palomas si vivimos en un lugar donde el cariño se administra como agua en época de estiaje?
La canción funciona no solo como un lamento musical, sino como una radiografía emocional de esta ciudad que a veces parece preferir el amor comunitario al amor personal. Palomas canta a una mujer que no lo quiso… pero en realidad le está cantando a Aguascalientes entero: ese territorio donde todos dicen quererlo, apreciarlo y celebrarlo, pero siempre desde la sana distancia, sin comprometerse demasiado, sin darle las llaves del corazón.
Escucharlo es entrar en el universo sentimental donde el despecho se vuelve fiesta y donde la risa convive con la herida. Esa mezcla que solo él logra: un humor que pica, un dolor que se disfruta. Porque sí, “La novia que nunca me quiso” es una gran canción. Tan grande como para recordarnos que, al final, nadie tiene la culpa de no querer por completo a un hombre que reparte anécdotas de nuestra hermosa ciudad en varios foros, como quien reparte canciones: al por mayor.
Quizá esa novia nunca lo quiso porque, en una ciudad con corazón de condominio, el amor exclusivo es prácticamente imposible. Y porque Armando Palomas —aunque él jure lo contrario— no vino a ser querido por una sola persona: vino a ser querido por todos… aunque sea poquito, aunque sea por turnos, aunque sea desde la contradicción hermosa de no querer a nadie del todo.
Y así, entre ironía, guitarra y desamor, el Palomas vuelve a recordarnos que Aguascalientes no ama con intensidad… pero cómo disfruta cantar sus penas. Y con esta nueva rola, todos quedamos otra vez incluidos en la ronca voz del cantautor. Y eso, en esta ciudad de afectos compartidos, ya es bastante.
Al tiempo… y a su opinión.

