La trampa digital: cuando las redes sociales se convierten en una amenaza para nuestros hijos
La historia de Ángela Gabriela Muñoz Téllez, una joven de 15 años de Aguascalientes, ha estremecido a todo México. Su desaparición el 1 de octubre de 2025 y su posterior hallazgo sin vida en Querétaro no solo revelan la crueldad de un crimen, sino también la profunda vulnerabilidad de nuestros hijos frente al mundo digital. Detrás de la pantalla, donde muchos adolescentes encuentran refugio, compañía o validación, también acechan depredadores capaces de ganarse su confianza con palabras dulces y promesas falsas.
El caso de Ángela no es un hecho aislado, sino un reflejo de una problemática creciente: la falta de control, supervisión y educación digital en una generación que crece conectada, pero muchas veces desprotegida. Las redes sociales, en apariencia inofensivas, se han convertido en un espacio donde la línea entre lo real y lo virtual se diluye. Allí, los delincuentes se disfrazan de amigos, de parejas potenciales, de almas gemelas, y poco a poco van tejiendo una red de manipulación que termina en tragedia.
El presunto asesino, Miguel Ángel, de 33 años, contactó a la menor por redes sociales, la enamoró, la engañó y finalmente la llevó hasta Querétaro, donde presuntamente la asesinó. La historia pudo haberse evitado si hubiéramos entendido, como sociedad, que el peligro ya no solo está en las calles, sino también en los mensajes privados, en los perfiles falsos, en las promesas de afecto digital. Hoy, la frontera entre el hogar y el riesgo se ha borrado: el peligro cabe en la palma de una mano.
Los padres, maestros y autoridades debemos asumir una responsabilidad compartida. No basta con hablar de seguridad en internet; es urgente educar emocionalmente a nuestros hijos, enseñarles a desconfiar, a decir no, a reconocer los signos del engaño. Es necesario fortalecer los programas de prevención, la ciberseguridad y la coordinación entre estados, porque cada minuto de omisión puede costar una vida.
Ángela Gabriela tenía sueños, ilusiones y toda una vida por delante. Su historia debe ser una llamada de alerta para todos. En memoria de ella y de tantas víctimas del engaño digital, debemos reconstruir una cultura de protección y empatía. Que ninguna otra familia tenga que vivir el infierno de perder a un hijo por culpa de la trampa invisible de las redes sociales.

