A Opinión del 18/12/24
Aguascalientes transforma su política con alianzas inusuales y reacomodos, mientras líderes tradicionales enfrentan desafíos en un entorno cambiante.
Aguascalientes vive un momento de transformación política que no puede pasar desapercibido. Aquella época en la que un reducido número de familias controlaba el rumbo del estado, consolidando un bipartidismo prácticamente incuestionable, parece haber quedado atrás. Para algunos, esta etapa es una memoria dolorosa de exclusión y autoritarismo; para otros, una referencia nostálgica de estabilidad y éxito personal. En cualquier caso, el presente político de Aguascalientes presenta una complejidad que merece ser analizada a fondo.
El concepto de “política líquida”, acuñado por Zygmunt Bauman, resulta pertinente para describir la situación actual del estado. En esta nueva era, los actores políticos se adaptan rápidamente a los cambios, generando alianzas inesperadas y mutaciones ideológicas. Este dinamismo parece ser entendido mejor por los operadores y movilizadores políticos que por los propios partidos, cuyos liderazgos tradicionales a menudo se muestran incapaces de leer el pulso de una sociedad en constante metamorfosis.
El caso de Teresa Jiménez y su influencia en la figura de Leonardo Montañez es un ejemplo clave de cómo los liderazgos personales pueden redefinir el escenario político. La gran popularidad de la gobernadora sin duda abonará significativamente a Montañez en su camino hacia la gubernatura, a la que al día de hoy viaja en caballo de hacienda. Sin embargo ¿esa misma popularidad será suficiente para impulsar a un eventual sucesor de Montañez en la alcaldía? está abierta una interrogante sobre el futuro de este espacio de poder. Aunque algunos consideran prematuro abrir el debate sobre la sucesión, las señales de cambio ya son evidentes.
En los municipios y en al oriente de la capital, los movimientos entre partidos reflejan una desintegración de las lealtades tradicionales. Ex priistas y del PT se han integrado a las filas del PAN y MC, mientras que otros coquetean con el grupo de Aldo Ruiz, cuyo crecimiento contrasta con la inercia de las estructuras locales de Morena que ya no saben a quién aplaudir, a la senadora Nora Ruvalcaba o al diputado Arturo Ávila.
Me parece que lo único que no cambia, y doy gracias por ello, es el café en la plaza en el que buenos amigos siguen hablando de la visita sorpresa de su “camarada” de Paco Ignacio Taibo II, siguen escépticos a escribir y comentan, más para la anécdota que para abonarle al debate público, sobre sus hazañas de algún momento en la construcción de la identidad de Aguascalientes, y la razón por la que me pareció importante ecribir esta reflexión desde esta tribuna editorial.
Reflexionando desde la teoría de Bauman, el futuro de la política en Aguascalientes será cada vez más fluido, impredecible y moldeado por circunstancias cambiantes. En un mundo líquido, las estructuras tradicionales pierden solidez, y el éxito dependerá de la capacidad de adaptarse a un entorno en el que los viejos paradigmas ya no funcionan. Para Aguascalientes, esto podría significar la apertura hacia una política más incluyente y participativa, pero también el riesgo de caer en un pragmatismo extremo que privilegie los resultados producidos en el corto plazo, sobre las transformaciones de fondo.
En última instancia, la pregunta no es solo quiénes encabezarán los liderazgos locales, sino cómo se construirá un proyecto que pueda responder a las demandas de una sociedad cada vez más compleja y diversa. Solo el tiempo dirá si los actores actuales estarán a la altura de este desafío o si, como el café en la plaza, todo quedará como un eco anecdótico de lo que pudo haber sido.
Al tiempo… y a su opinión.
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