A Opinión del 23/12/24
Trump reimpone su agenda intervencionista en América Latina, con amenazas económicas, soberanía cuestionada y cárteles como objetivo. China y Rusia vigilan.
Trump, el titiritero del continente
Cuando América Latina comenzaba a soñar con un liderazgo compartido, buscando construir puentes y consensos, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, irrumpió en la escena internacional como un elefante en una cristalería, marcando el ritmo de la política continental antes incluso de tomar posesión.
Desde el norte, y con una retórica amenazante, Trump dirigió su mirada hacia sus dos principales socios comerciales, Canadá y México. El primer round de su mandato proyectado llegó bajo la forma de una amenaza arancelaria, dejando a ambas naciones tambaleándose en su posición económica. ¿Cómo responderán los líderes de estos países? Con dignidad, aseguran, aunque la realidad los muestra atrapados en una telaraña de dependencia que no les deja más opción que ajustarse al ritmo de la música que Trump decida tocar.
Pero la estrategia del magnate no se limita a los impuestos; va más allá, tocando fibras sensibles. En un movimiento que recuerda los fantasmas del pasado, Trump retomó una vieja demanda republicana: declarar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. Este gesto, lejos de ser simbólico, amenaza con poner a la administración de la 4T en una encrucijada similar a la que vivió Felipe Calderón en su momento. ¿Volverá México a embarcarse en una guerra que parece no tener fin?
Y como si dos frentes no fueran suficientes, Trump añadió un tercero, esta vez dirigiendo su mirada al sur del continente. Con una declaración que no carece de tintes imperialistas, el presidente electo exigió que Panamá “devuelva” el control del Canal, una obra construida por Estados Unidos a principios del siglo XX y que fue cedida a Panamá bajo los acuerdos de 1977. Trump calificó esta transición como una “completa estafa” y no dudó en señalar al expresidente Jimmy Carter como el responsable de lo que él considera un error histórico.
Estas actitudes de Trump no son nuevas; de hecho, ya marcaron su primer mandato entre 2017 y 2021, cuando adoptó una postura igualmente agresiva frente a potencias como China y Rusia. Ambas naciones aprendieron la lección y, en esta nueva etapa, optan por el sigilo mientras preparan estrategias de contención. Sin embargo, la gran diferencia radica en su capacidad para conformar un frente económico que desafíe cualquier iniciativa estadounidense, algo que ni Brasil, con todas sus buenas intenciones, podría iniciar.
Con estas piezas ya en el tablero, queda claro que los ojos de Trump, en su conquista por el mundo, ahora están puestos en su propio continente. Todo lo demás, según su visión, ya lo tiene.
Así, América Latina se enfrenta a una tormenta política en ciernes. Mientras sus líderes intentan articular una voz común, Trump ya impone su agenda desde Washington. ¿Será este el preludio de un nuevo capítulo de sumisión regional, o el catalizador de una resistencia renovada? La respuesta, como siempre, estará en manos de quienes decidan bailar o desafiar el ritmo que Trump dicta desde el podio.
Al tiempo… y a su opinión
¡Feliz navidad! Nos leemos de vuelta el 26 de diciembre.
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