Crónica desde la sombra en Infonavit Pilar Blanco

Resuelven el caso del homicidio en Infonavit Pilar Blanco con la detención de “El Chicago”, prófugo desde 2016.

Aquella mañana el cielo estaba gris, como si el tiempo supiera que la verdad por fin se abriría paso entre la neblina de los años. Yo ya llevaba tres días husmeando entre los callejones del fraccionamiento Infonavit Pilar Blanco, persiguiendo los ecos de un crimen que, aunque viejo, seguía sangrando en el corazón de una madre que aún no entendía por qué su hijo no regresó esa noche de marzo de 2016.

Dicen que la justicia tarda, pero llega. A veces, cuando lo hace, uno ya está cansado, con el alma rota, y en mi caso, con la exesposa al teléfono exigiéndome más dinero.

—No estoy pidiendo limosna, R8 —me gritó por el altavoz mientras yo revisaba unos expedientes—, solo quiero lo que me corresponde.

No quise discutir. Ya lo había hecho demasiadas veces. Le colgué sin decir adiós y encendí un cigarro que sabía más a resignación que a tabaco.

El caso que me traía de vuelta a Pilar Blanco tenía nombre y rostro: Luis, alias El Chicago. Lo habían encontrado por fin, después de casi una década. Un tipo escurridizo, más sombra que carne, que aquella noche le vació el alma a un muchacho con una pistola, y luego desapareció en una motocicleta, tragado por la ciudad.

La Fiscalía trabajó en silencio, con paciencia de cazador viejo. Yo, por mi parte, le seguí la pista por bares clandestinos, casas abandonadas y lenguas sueltas. Una palabra aquí, una mirada allá. Finalmente, lo hallaron y lo encerraron. Lo llevaron al centro de reinserción social como quien devuelve una deuda pendiente al tiempo.

—El Chicago está adentro —me dijo uno de los investigadores con los que a veces comparto más silencios que palabras—. La madre de la víctima lloró cuando le avisamos. Dijo que por fin podrá dormir.

No dije nada. Solo asentí. Porque sé que hay dolores que no se curan, pero al menos se apaciguan un poco cuando la justicia asoma.

Regresé a la oficina con el informe completo, pero sin ganas de celebraciones. La ciudad no se detiene, y los fantasmas tampoco. Encima, mi ex volvió a llamar. Esta vez no contesté. Me serví un trago barato y me quedé viendo por la ventana, sabiendo que mañana otro caso tocará a mi puerta, y que seguiré caminando entre sombras para buscar lo que a veces ni siquiera quiere ser encontrado: la verdad.

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