El caso del camión fantasma

Nuestro detective privado el R8 interrumpe la reparación de su Honda VTX 1300 para capturar a dos ladrones de un millonario robo en Zacatecas

Llovía sobre la cochera abierta, y en el eco de la tarde se escuchaba el golpeteo constante del agua sobre el tanque oxidado de una motocicleta que llevaba cinco años en silencio. Era una Honda VTX 1300 negra, modelo viejo, con cicatrices de velocidad, testigo mudo de la tragedia que la condenó al abandono. Desde que Martín, mi hermano de la vida, se fue al otro lado en aquella curva maldita, no había tenido el valor de volver a montarla. La dejé guardada como si su descanso pudiera hacerme olvidar el sabor metálico de la pérdida.

Pero hace unas semanas, entre el olor a grasa y gasolina vieja, comencé a devolverla a la vida. Me dije que era tiempo. El destello de una chispa al probar el encendido casi me hizo llorar. Y justo cuando empezaba a ajustar los frenos, llegó la llamada. Número oculto, voz seca.

—Tenemos algo en La Florida, viejo. Dos pájaros pesados, Zacatecas los quiere por un robo de quince millones. ¿Te interesa?

Claro que me interesaba. Apagué la lámpara de taller, cerré el portón y me colgué la chamarra de cuero. La Honda tendría que esperar otra vez. Algunos fantasmas no mueren, solo aprenden a correr más rápido.

La Florida es de esos fraccionamientos con calles torcidas y secretos bien maquillados. Casas de dos pisos, portones eléctricos y vecinos que no miran a los ojos. Ahí, entre jardines plásticos y fachadas pintadas el mes pasado, se escondían Oscar N y Mayra N. Una pareja sin historia oficial pero con un expediente grueso en Zacatecas. Se les acusaba de haber vaciado un camión de valores en diciembre del 2023. Quince millones de pesos que se esfumaron en una madrugada sin testigos. Ni cámaras, ni alarmas. Solo silencio y precisión quirúrgica. El robo perfecto.

Pero los perfectos también cometen errores. Uno de ellos fue confiar en que cruzar la frontera estatal bastaba para desaparecer. No contaban con que Aguascalientes no juega solo.

El operativo fue quirúrgico. Información de gabinete, vigilancia de campo, y el discreto movimiento de piezas que no hacen ruido pero hacen justicia. Yo solo fui una sombra más entre muchas. Esperé desde el auto, observando la rutina de los objetivos. Oscar salía cada mañana con una gorra distinta. Mayra hacía las compras y sonreía a los vecinos como si no llevara quince millones a cuestas.

A las 18:42 del viernes, cayó la orden. Tres unidades, cerco cerrado. Los tomamos sin un solo disparo. Se miraron entre ellos como si hasta ese momento comprendieran que el pasado siempre alcanza, que el dinero nunca duerme tranquilo, y que las fronteras no son muros, sino puentes para la justicia.

Los entregamos a la Fiscalía. Ya están en manos de Zacatecas. El proceso legal apenas comienza, pero el mensaje quedó claro: aquí no hay tierra de nadie.

Esa noche, regresé a la cochera. La Honda VTX 1300 negra seguía ahí, bajo la lona húmeda. La destapé, acaricié el manillar, y por primera vez en cinco años, no sentí dolor, sino una promesa.

El caso estaba cerrado.
Y mi moto, casi lista para volver al asfalto.

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