A Opinión del 25/4/24
Cristóbal Luévano, migrante mexicano, fue asesinado en Tulsa; su caso refleja la violencia y vulnerabilidad que enfrentan los migrantes.

Migrantes mexicanos: entre el sueño americano y la pesadilla de la violencia
Cristóbal Luévano, originario de Rincón de Romos, Aguascalientes, fue asesinado a balazos el pasado 12 de abril en Tulsa, Oklahoma, mientras convivía con compañeros de trabajo en una fiesta. El crimen, perpetrado por un vecino molesto por el volumen de la música, no solo representa una tragedia personal y familiar, sino que refleja las difíciles condiciones que enfrentan muchos migrantes mexicanos en Estados Unidos.
Luévano, de 43 años, fue atacado por Michael Cisneros, quien tras una discusión verbal abandonó el lugar solo para volver minutos después con dos armas de fuego y disparar directamente contra el migrante mexicano. El agresor fue detenido al día siguiente y enfrenta cargos por homicidio en primer grado y posesión ilegal de armas. Mientras tanto, la comunidad migrante se enfrenta, una vez más, a la cruda realidad de vivir en un país donde la xenofobia, la violencia armada y la impunidad se entrelazan con su vida cotidiana.
El caso de Cristóbal no es aislado. De acuerdo con organizaciones de derechos civiles, los migrantes mexicanos son víctimas frecuentes de violencia, discriminación y exclusión social en distintos puntos de la Unión Americana. En muchos casos, enfrentan condiciones laborales precarias, acoso por parte de autoridades y vecinos, y una constante sensación de vulnerabilidad.
La muerte de Luévano pone de relieve también la necesidad de que tanto el gobierno mexicano como las autoridades estadounidenses tomen acciones concretas para proteger a esta población. El envío de remesas —que en 2024 rompió récords históricos— no puede seguir siendo el único vínculo tangible entre México y sus migrantes. Se requieren mecanismos binacionales más sólidos para garantizar su seguridad, acceso a la justicia y respeto a sus derechos humanos.
En los próximos días, el cuerpo de Cristóbal será repatriado para ser sepultado en su tierra natal, donde lo esperan familiares que no alcanzaron a despedirse. Su historia se suma a la de miles de mexicanos que dejaron el país en busca de una vida mejor y terminaron encontrando la muerte en territorio ajeno.
Mientras esto ocurra, México tendrá que mirar con más seriedad el fenómeno migratorio y asumir que cuidar a sus migrantes —dentro y fuera del país— no es un gesto de buena voluntad, sino una obligación de justicia.