A Opinión del 7/7/25
Oaxaca no debe impedir que Aguascalientes crezca con mezcal; compartir esta tradición fortalece la identidad y economía nacional.

¿Qué derecho tiene Oaxaca de impedir el desarrollo de Aguascalientes?
El mezcal, una de las bebidas más emblemáticas de México, ha dejado de ser sólo un símbolo cultural para convertirse también en un motor de desarrollo económico en distintas regiones del país. Su producción, regulada por la Denominación de Origen Mezcal (DOM), ha sido históricamente encabezada por Oaxaca, estado que con razón presume su legado y maestría en la destilación del agave. Sin embargo, en los últimos años, nuevos territorios han buscado integrarse a esta denominación, reconociendo su propia historia, condiciones agroecológicas y capacidad productiva para formar parte de esta industria nacional. Aguascalientes es uno de ellos.
Desde junio de 2025, tras una resolución publicada en el Diario Oficial de la Federación, varios municipios de Aguascalientes fueron oficialmente integrados a la DOM. Esta decisión fue bien recibida por productores locales que ven en el mezcal una oportunidad de identidad, desarrollo rural y competitividad global. No obstante, la reacción en Oaxaca fue inmediata y contundente: se presentaron recursos legales para frenar dicha inclusión, alegando apropiación cultural y posible devaluación del producto oaxaqueño.
Resulta curioso —y preocupante— que Oaxaca, uno de los estados más ricos en cultura y tradición de nuestro país, adopte ahora una postura tan excluyente y centralista frente al legítimo desarrollo económico y agroindustrial de otras regiones. La controversia plantea una interrogante seria: ¿acaso el patrimonio cultural se defiende impidiendo que otros pueblos también florezcan? Aguascalientes no pretende suplantar ni plagiar la historia mezcalera de Oaxaca, sino sumar su propia experiencia, tradición e innovación a una industria que, por años, ha sido símbolo de identidad nacional. Negar esta posibilidad es tanto como negar el carácter dinámico y plural de México.
Además, la narrativa de “apropiación cultural” usada en este contexto pierde fuerza cuando se observa la historia real: el mezcal no es exclusivo de Oaxaca. Jalisco, Guerrero, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, entre otros estados, también han producido mezcal desde tiempos ancestrales. El mezcal es más que un origen; es una técnica, una tierra, un maguey y una cultura compartida. Aguascalientes ha demostrado contar con condiciones agroecológicas, productivas y comunitarias que cumplen con los estándares necesarios, y esa realidad no se borra con una demanda.
Oaxaca debería liderar esta expansión, no combatirla. Debería ver en Aguascalientes a un aliado, no a un invasor. La defensa de lo propio no puede convertirse en un muro que impida el crecimiento de otros. Si el mezcal es México, entonces debe ser también Aguascalientes. Y si de verdad se cree en la riqueza de la diversidad, entonces que se escuche también la voz de los nuevos productores que han trabajado con orgullo, empeño y visión para darle un nuevo rostro al mezcal nacional.