Una copa interrumpida

Una noche interrumpida, una cantante, un fugitivo capturado alias “El Malaco” y un detective solitario: descubre el nuevo caso de El R8.

Era viernes por la noche y el bar El Submarino Amarillo hervía con la voz de Camelia, una cantante de mirada profunda y labios que sabían a cigarro y vino barato. El R8, detective privado de vieja escuela, la escuchaba desde una mesa del fondo, con la gabardina echada sobre el respaldo de la silla y el sombrero ladeado. El bar, ubicado en el corazón del centro de Aguascalientes, era su refugio cuando el mundo apretaba demasiado. Esa noche no hablaban de crímenes ni de pasados rotos. Solo querían beber una copa, reírse un poco y hacer como si la ciudad no se desmoronara allá afuera.

Pero la tranquilidad dura poco cuando uno vive al filo de la ley. Apenas Camelia se sentó a su lado, con la copa de tinto aún temblando entre los dedos, el teléfono del R8 vibró como un corazón enfermo. Era un mensaje de la Fiscalía: “Detuvieron a ‘El Malaco’ en Viudas de Poniente. Confirma identidad. Caso Jalisco.” El R8 cerró los ojos con resignación. Se levantó sin decir mucho. Camelia entendió. Él siempre se iba así, como si lo llamara algo más fuerte que el amor o el vino. Afuera, las avenidas de concreto brillaban con el reflejo de los faros y el eco de los cláxones que nunca dormían.

El R8 condujo hacia el municipio de Asientos, mientras en su mente se tejían hilos sueltos del caso. Malaquías “N”, conocido en los bajos fondos como “El Malaco”, tenía una orden de aprehensión en Jalisco por homicidio calificado. No era cualquier sujeto: había desaparecido del mapa desde hacía meses. La Policía Municipal de Asientos lo atrapó durante una revisión de rutina en la calle 5 de Mayo, casi esquina con Severo Ramírez, en la comunidad Viudas de Poniente. La base de datos de Plataforma México arrojó el resultado: era un prófugo, buscado por autoridades judiciales del estado vecino. La alerta fue inmediata.

Agentes de la Policía de Investigación Criminal de Aguascalientes activaron el protocolo. Confirmaron con Jalisco que no se trataba de un homónimo. Una vez verificada su identidad con el área de Mandamientos Judiciales, lo trasladaron a la Fiscalía del Estado. Allí, “El Malaco” fue encerrado en las celdas preventivas, esperando su traslado oficial para ser juzgado. La cooperación entre entidades rindió frutos, y esta captura no solo resolvía un expediente, sino que enviaba un mensaje claro: ni siquiera los que cruzan estados escapando de la ley están seguros. La justicia, aunque tarde, siempre llama a la puerta.

De regreso en su oficina, ubicada en un viejo edificio de la calle Madero, el R8 colgó el sombrero y sirvió lo que quedaba de whisky en un vaso opaco. Tomó el teléfono y, por puro impulso, intentó llamar a Camelia. Pero la línea sonó una, dos veces… hasta que una voz automática contestó. Camelia ya estaba ocupada con alguien más. El R8 se quedó un momento en silencio, con el vaso entre las manos. Afuera, la ciudad seguía latiendo. Y él, como siempre, se quedaba solo, con la justicia en una mano y la melancolía en la otra.

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