A Opinión del 22/7/25

Impulsar el turismo exige equilibrio: innovar sin borrar lo tradicional. Sin identidad local, todo destino termina pareciéndose a cualquier otro.

Turismo con identidad y visión: entre la innovación y la tradición

En tiempos donde las economías locales buscan diversificarse y fortalecerse, el turismo emerge como una poderosa herramienta de desarrollo. No solo genera derrama económica inmediata, sino que también activa una cadena virtuosa en sectores como la gastronomía, el transporte, la hotelería, las artesanías y los servicios culturales. Impulsar el turismo en la región no debe ser visto como un lujo, sino como una estrategia clave para el crecimiento sostenible. Eso sí, con visión e inteligencia: innovar, sí; pero sin descartar lo que ya funciona y forma parte de nuestra esencia.

Apostar por la innovación implica mucho más que instalar letras coloridas o montar espectáculos fugaces. Se trata de entender las nuevas formas en que viajan, consumen y se informan las personas. Hoy, los turistas buscan experiencias auténticas, memorables, conectadas a lo local. Es ahí donde la región tiene una gran oportunidad: aprovechar su historia, su cultura viva, sus paisajes y su gente para ofrecer algo distinto. La tecnología, el marketing digital y la narrativa creativa son aliados valiosos, pero deben estar al servicio de un contenido con identidad.

Sin embargo, en esta búsqueda de novedades, no podemos cometer el error de abandonar lo tradicional. Las festividades patronales, los tianguis, las rutas del mezcal, las ferias locales o los barrios históricos no necesitan ser reemplazados, sino revalorados. Lo tradicional no es lo viejo: es lo que ha probado su eficacia, lo que conecta emocionalmente con los visitantes y lo que da sentido a nuestras comunidades. Renovar no es borrar, sino reinterpretar.

El verdadero reto está en lograr un equilibrio inteligente: que lo nuevo sume sin restar; que la modernización no borre la memoria; que la creatividad no desplace a la autenticidad. Si se logra esta armonía, el turismo puede convertirse no solo en un motor de ingresos, sino en un instrumento de cohesión social, orgullo comunitario y proyección regional. Porque cuando se conoce y se valora lo propio, se abre la puerta para que otros también lo hagan. Y en ese encuentro, todos ganamos.

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