La libertad de expresión no se defiende con likes
La libertad de expresión no se defiende con likes ni con videos de un minuto. No se preserva con discursos encendidos en redes sociales, ni con influencers que se autoproclaman periodistas sólo porque tienen un micrófono y una cuenta de TikTok. La libertad de expresión se defiende con trabajo, con inteligencia y con medios comprometidos que generen contenido de valor, empleo digno y pensamiento crítico.
Porque no basta con hablar: hay que tener algo que decir.
Y en estos tiempos, sobran voces y faltan ideas.
Las redes sociales han democratizado la palabra, sí, pero también la han vaciado de sentido. En medio de tanta “libertad”, se confunde opinión con información, ocurrencia con análisis, ruido con verdad. Y lo peor: cada vez más gente confunde viralidad con credibilidad.
La libertad de expresión no es un concurso de popularidad. Es una responsabilidad.
Defenderla implica apoyar medios de comunicación inteligentes, que investiguen, que cuestionen, que generen conversación real y no solo eco. Medios que le apuesten al contenido útil, no al relleno; al contexto, no al chisme. Que entiendan que informar también es formar, y que sin periodismo de calidad no hay ciudadanía libre, sólo audiencia manipulada.
El mercado está lleno de “portales” que se presentan como periodismo y que en realidad no son más que agencias de síntesis: copian boletines, reciclan titulares y maquillan la superficialidad con hashtags. No hay fondo, no hay criterio, no hay valor agregado. Es el espejismo de la información: mucho movimiento, poco pensamiento.
Pero el periodismo —el verdadero— sigue siendo la trinchera más digna de la libertad.
Y defenderlo no es tarea sólo de quienes escribimos: es tarea de quienes leen, escuchan y eligen. Porque cada clic, cada suscripción y cada minuto de atención que se da a un medio responsable es un voto a favor de la inteligencia.
La libertad de expresión no se defiende gritando más fuerte que los demás, sino pensando mejor.
Y pensar, en tiempos de ruido, es el acto más subversivo que nos queda.
Al tiempo… y a su opinión

