Tener buenos resultados como gobierno

Tener buenos resultados como gobierno, comunicar de manera asertiva los logros institucionales y controlar las narrativas de la opinión pública, son cosas completamente distintas.

Un buen ejemplo es el gobierno de Felipe Calderón, que tuvo excelentes resultados en materia de infraestructura, salud e incluso (pese a que se crea lo contrario) en materia de seguridad. Sin embargo, la narrativa de la mal llamada “guerra contra el narco” acaparó la conversación pública la mayor parte del sexenio, en gran medida por las reiteradas referencias esgrimidas desde la oposición.

En materia de infraestructura, por ejemplo, no se puede regatear la construcción y modernización de más de 20 mil kilómetros de carreteras, y la construcción de más de 90 túneles; que fueron posibles gracias a la inversión histórica en ese terreno (5.5% del PIB, el más alto en los últimos años).

El Seguro Popular, que permitió ampliar la cobertura de salud entre la población y la creación de la Policía Federal, un modelo que marcó un antes y un después en materia de profesionalización de los policías; son ejemplos de esas otras dos áreas que comento.

Sin embargo y pese a otros logros en diferentes áreas de la administración pública, el estallido de la violencia y el crecimiento de los grupos de la delincuencia organizada (que venía gestándose desde años atrás) opacaron lo bien hecho y acapararon la conversación pública, que por cierto fue bien manejada por oposición, López Obrador incluido.

A Calderón tocó entregar la banda presidencial a un Enrique Peña Nieto, cuyo equipo de jóvenes tecnócratas prometía mucho, aunque todos sabemos cómo acabó esa administración.

Con López Obrador pasó algo distinto. El sexenio anterior concluyó con prácticamente 200 mil homicidios, producto de la violencia criminal, pero al electorado parece no haberle importado.

El crecimiento económico fue el más bajo de los últimos 35 años y ni hablar de la precariedad en el sistema de salud, ese que prometió llevar a niveles de primer mundo. Sin embargo, Andrés Manuel ha sido siempre un hábil personaje político que sabe imponer agenda y controlar la conversación pública.

Haciendo a un lado la influencia de los programas sociales, las narrativas del tabasqueño fueron efectivas para mantener a su electorado y también, para polarizar una sociedad ya de por sí clasista y con altos niveles de discriminación.

Pero además, la imposición de esas narrativas fue posible gracias a espacios como la “Conferencia Mañanera” y a medios afines, financiados con los recursos del Estado Mexicano. Los virajes en los contenidos de Canal 11 y de otros medios de comunicación, son ejemplo también de lo anterior.

Volviendo al presente, Claudia Sheinbaum ha iniciado su administración con numerosos retos. El tema de la violencia criminal, el más importante. Y aunque la actual titular del Ejecutivo comenzó con una comunicación política mucho menos agresiva que la de su antecesor, parece que la realidad y el complejo ejercicio de gobierno, comienzan a sacar su verdadera personalidad.

Veremos, con el paso del tiempo, qué elementos incorpora a su narrativa y de qué manera, la realidad se topa con ésta.

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