A Opinión 14/11/24

Un ataque armado en la carretera León-Aguascalientes deja una mujer fallecida y dos bebés hospitalizados; la violencia sigue aumentando.

La violencia sin tregua en las carreteras del Bajío. En las primeras horas del domingo 10 de noviembre, la carretera León-Aguascalientes se convirtió en el escenario de otra tragedia que exhibe, una vez más, la imparable violencia que desgarra al país. La madrugada apenas se despuntaba cuando una familia entera fue emboscada, arrollada por las balas, y abandonada en el desamparo de un camino oscuro. En el sitio, una mujer, Carmen, perdió la vida en el instante, y el lamento por dos bebés que continúan hospitalizados sigue resonando en cada parte del relato.

El ataque no fue un hecho aislado. Las autoridades han revelado que apenas unas horas después, en la colonia Santa Ana, un tiroteo dejó gravemente heridos a una mujer de la tercera edad y a un hombre de 38 años. Esta secuencia de violencia, como si de una siniestra coreografía se tratara, nos recuerda que en estos caminos no sólo se avanza en kilómetros, sino que se camina sobre un polvorín, donde cualquier familia puede ser atrapada en el fuego cruzado.

La crónica de esa madrugada helada en Capellanía de Loera es elocuente en su crueldad. La familia viajaba en una camioneta Nissan blanca, ignorante de que el cruce que tenían enfrente sería su último trayecto en paz. De repente, hombres armados los alcanzaron, disparando sin tregua, cegando una vida y condenando a los pequeños a la intemperie de un hospital. Es la violencia desatada, absurda, aquella que no respeta edades ni la inocencia de un bebé de apenas dos meses de vida.

A pesar de que las autoridades fueron notificadas rápidamente y la Policía Municipal acordonó la zona con cinta amarilla, lo cierto es que la presencia tardía del auxilio sólo confirma la soledad en la que las familias viven y mueren en estas carreteras. Los paramédicos llegaron, certificaron la muerte de Carmen, trasladaron a los bebés y demás heridos, pero el vacío de justicia y protección para estas familias ya había hecho acto de presencia mucho antes.

Esta historia no es un episodio de excepción, sino el reflejo de una realidad cruda y repetitiva. La conexión entre ambos ataques sugiere un nivel de coordinación que no puede pasarse por alto, un recordatorio de que los enfrentamientos y ajustes de cuentas están desplazando la tranquilidad de la vida cotidiana. León y sus alrededores se convierten en terrenos de incertidumbre, donde el silencio de la madrugada se rompe abruptamente con el sonido de disparos y donde la carretera que debería llevar a los hogares a salvo, es ahora una ruta de riesgo y dolor.

La tragedia de Carmen y de los bebés que luchan por su vida es el último grito de auxilio en un escenario en el que las balas son las únicas que encuentran su objetivo.

Al tiempo… y a su A Opinión

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