A Opinión del 14/4/25
En Aguascalientes, Sheinbaum y Jiménez dialogan sin intermediarios, priorizando resultados sobre ideologías. La gobernadora destaca por su pragmatismo.

Entre palacios, sin intermediarios
Por más que algunos se empeñen en imaginar una lucha de poder entre la Federación y el Gobierno estatal, los hechos de esta semana confirman una verdad que se ha venido construyendo en columnas anteriores: en Aguascalientes, las decisiones importantes no se negocian con mensajeros, se pactan directamente entre palacios.
La visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a tierras hidrocálidas fue mucho más que un acto protocolario. Fue una muestra clara del tipo de relación que mantiene con la gobernadora Teresa Jiménez: directa, institucional y sin adornos partidistas. Lejos de las especulaciones de una confrontación, lo que se observó fue un ejercicio de respeto mutuo y de comunicación eficiente, sin la necesidad de intermediarios que suelen inflar su propia relevancia en la escena política local.
Resulta, cuando menos, curioso ver cómo algunos actores —principalmente dentro del propio movimiento morenista— insisten en colocarse como puentes o traductores entre ambos niveles de gobierno, cuando la realidad les ha dado un portazo: no hay pleito, ni hay vacantes para emisarios. Lo que hay es una relación madura, que se mueve por resultados, no por afinidades ideológicas ni pleitos estériles.
La escena fue clara: Sheinbaum en el escenario central, acompañada de la gobernadora, mientras en el fondo, en el tianguis político colocado a las afueras del evento, simpatizantes y militantes de Morena se conformaban con un souvenir de la Presidenta. Algunos esperaban, quizá con algo de ilusión, ver a los suyos en el presidium o presenciar algún desplante que marcara una distancia institucional. Nada de eso ocurrió. Sheinbaum, en su papel de jefa de Estado, honró el respeto que merece una mandataria estatal. La cortesía política se impuso al deseo de división.
Y es que tanto Sheinbaum como Jiménez entienden bien su papel. Ambas son pragmáticas, ambas piensan en el largo plazo. Pero hay que subrayar un punto importante: Teresa Jiménez ha demostrado tener la habilidad política para construir puentes entre dos Méxicos que muchas veces parecen opuestos. Por un lado, el México del PAN, su origen político; por otro, el México de la Cuarta Transformación, que hoy encabeza el poder federal. Esa capacidad de tender la mano a ambos lados de la trinchera empieza a colocarla en un plano nacional, no solo como figura de oposición, sino como una gobernadora con visión de Estado.
Ese es, al final, el anhelo de los ciudadanos: que sus gobiernos se pongan a trabajar, que dialoguen, que construyan, y que dejen las politiquerías a un lado. En tiempos donde la polarización parece norma, Aguascalientes comienza a mostrar que hay otra forma de hacer política: una en la que el respeto, la eficiencia y el sentido común prevalecen por encima de los colores.
Entre palacios, sin intermediarios, se construye un nuevo entendimiento. Y quizá, como pasó en Aguascalientes este fin de semana, se empiece a escribir un nuevo capítulo del federalismo mexicano.
Al tiempo… y a su opinión