A Opinión del 15/4/25

En Aguascalientes, la política agresiva no prospera; la gente valora el respeto, la tranquilidad y los proyectos con arraigo verdadero.

Aguascalientes, tierra de respeto y cordura política

Revisar la historia de Aguascalientes es como abrir un libro que se ha escrito con tinta de sensatez. Somos un estado tranquilo, donde el equilibrio ha sido siempre más atractivo que el escándalo. Incluso en los momentos más álgidos de la historia nacional, como la Revolución Mexicana, esta tierra fue elegida como sede de la Convención de 1914 no por casualidad, sino por su neutralidad, por su ubicación… y por su temple.

Aquí no nos seduce el grito ni el sombrerazo. Ni siquiera cuando corrían rumores de que un tal Lucio Cabañas vivía en Venadero, la calma del estado se vio alterada. Porque en Aguascalientes, la tranquilidad no es una circunstancia fortuita: es parte esencial de su encanto, un rasgo que define a su gente.

Eso sí, todo tiene un límite. Cuando la Iglesia se pronuncia, al estado se le despierta ese viejo espíritu cristero que, aunque dormido, nunca se ha extinguido del todo. Y en ciertas regiones, incluso, asoman tintes sinarquistas que nos recuerdan que aquí también hay memoria e identidad. Pero aún esos episodios de efervescencia conservan una lógica propia, muy distinta a la del insulto fácil y la violencia verbal.

Porque lo cierto es que, en Aguascalientes, ningún proyecto político ha triunfado desde la agresión. La historia lo demuestra una y otra vez. Ni el PAN ni el PRI se permitieron cruzar ciertos límites, porque sabían que aquí la gente no premia la confrontación, sino que la rechaza. El respeto, en esta tierra, no es una cortesía: es un principio estratégico.

Resulta curioso —y algo ingenuo— ver cómo cada temporada aparecen actores políticos que creen que podrán conquistar el corazón de la gente a través del golpeteo, los desplantes y los discursos altisonantes. Se lanzan con entusiasmo desde sus redes sociales creyendo que con eso basta. No entienden que en Aguascalientes, más que porras, se espera trabajo; más que ataques, se exige visión.

En nuestro estado no hay un manual de urbanidad política escrito, pero hay algo más claro: las y los políticos que ganan y los que no. Ahí está el caso del PAN estatal, que pese a sus propias turbulencias internas, sigue conservando terreno frente a los intentos torpes y desarticulados de una oposición que aún parece en pañales.

Por eso, quizá ya es tiempo de revalorar estrategias. Dejar de desgastarse en ataques a figuras como la gobernadora o el alcalde —quienes, para bien o para mal, gozan de una popularidad tangible—, y comenzar a construir un proyecto propio, con arraigo, con trabajo. Sí, es más difícil. Pero también es más digno. Y, en Aguascalientes, al final, es lo que realmente suma.

Porque aquí, lo que se valora no es la estridencia. Es el compromiso. Es la congruencia.
Y eso, en política, lo es todo.

Sobre el autor