A Opinión del 15/9/25

México celebra independencia política, pero depende de remesas y subsidios; sin independencia financiera, el grito patrio sigue siendo incompleto.

El grito de independencia… ¿y de la dependencia económica?

Cada 15 de septiembre, México celebra con orgullo el inicio de su independencia. El grito que resuena en plazas y balcones reafirma que somos un país soberano, dueño de su destino político. Pero mientras agitamos la bandera y coreamos “¡Viva México!”, la realidad económica nos recuerda una paradoja: la independencia aún está incompleta.

Hoy, millones de familias mexicanas sostienen su economía gracias a dos fuentes externas: los programas sociales del gobierno y las remesas enviadas desde el extranjero. No es un secreto: gran parte del presupuesto nacional se orienta a transferencias directas que, si bien representan un alivio inmediato, generan una dependencia estructural. Por otro lado, las remesas, que en 2024 superaron los 60 mil millones de dólares, se han convertido en el verdadero “oxígeno” de la economía mexicana. ¿Cómo hablar de independencia financiera si cada mes celebramos que los dólares enviados por quienes migraron sostienen a millones de hogares?

La ironía es brutal: mientras gritamos independencia, la economía mexicana aplaude su dependencia. Dependencia de los apoyos gubernamentales que condicionan la estabilidad familiar. Dependencia de las remesas que llegan del sacrificio de quienes tuvieron que irse. El verdadero reto es dejar de celebrar la dependencia disfrazada de victoria y construir un país donde la libertad económica sea tan real como la política. Solo entonces el grito de independencia dejará de ser una ceremonia y se convertirá en una verdad.

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