A Opinión del 2/12/24
Aguascalientes enfrenta rivalidad política entre Morena y PAN, mientras el Tren Maya genera controversias ambientales por su impacto ecológico.
Aguascalientes, un estado históricamente conservador en el corazón de México, ha sido durante mucho tiempo un bastión del panismo, la ideología y filosofía política del Partido Acción Nacional. Sin embargo, en las últimas semanas, se ha desenvuelto un espectáculo curioso y desconcertante, cuando emisarios de Morena, llegaron a este estado con declaraciones audaces, anunciando que “Aguascalientes será morenista próximamente”. En respuesta, Jorge Romero, presidente nacional del PAN, no dudó en replicar con fuerza, afirmando que “Aguascalientes siempre será panista”.
Este tira y afloja, enmarcado en el habitual teatro político, no es solo una disputa local. Refleja preocupaciones mucho más profundas sobre el futuro de la oposición en México. En un país con más de 16 millones de personas desilusionadas o en contra del lopezobradorismo, y ávido de una fuerza contraria genuina, surge la pregunta: ¿podrá Aguascalientes ofrecer la chispa para una oposición significativa, o se convertirá simplemente en una pieza más en el tablero del juego político nacional?
Al mismo tiempo que las élites políticas se enfrascan en este tipo de intercambios mediáticos, una realidad mucho más perturbadora se despliega bajo el auspicio del mismo partido Morena. El controversial Tren Maya, un megaproyecto insignia que presentan las cúpulas de la administración federal, como un pilar clave de la llamada Cuarta Transformación, avanza lentamente a través de las junglas y los frágiles ecosistemas del sureste de México.
En una medida que ha suscitado serias preocupaciones éticas y ambientales, el gobierno federal ha clasificado a ciertas especies, como el jaguar, el tapir y el venado como “plagas”, una categoría que les permite ser capturados, desplazados o incluso exterminados para garantizar la correcta operación del Tren Maya. Esta clasificación es parte de un contrato firmado entre la Secretaría de la Defensa Nacional y Tren Maya, que autoriza el uso de métodos como el trampeo, la reubicación y, en el peor de los casos, la eutanasia para mantener a los animales alejados del paso del tren.
La justificación para esta decisión, como se detalla en un contrato publicado recientemente por El Universal, gira en torno a la “seguridad” de los trenes y sus pasajeros, así como a la eficiencia operativa del proyecto. Sin embargo, las consecuencias para los frágiles ecosistemas de la región y las especies en peligro de extinción son graves. Los jaguares, antaño símbolos de fuerza y orgullo en la cultura mexicana, ahora son considerados un peligro para la modernidad del Tren Maya. La misma lógica se extiende a otras especies, que se ven atrapadas en una ecuación sombría: progreso o protección.
El uso de servicios de manejo de fauna en el Tren Maya, que incluye métodos como envenenamiento, tranquilización y reubicación de animales, es un reflejo de un patrón más amplio de indiferencia por la naturaleza en aras del llamado “progreso”. El gobierno federal y el partido oficialista, que se enorgullecen de su compromiso con el medio ambiente y la protección del patrimonio natural de México, han permitido que el Tren Maya pase por encima de las mismas criaturas que dice proteger.
Esta contradicción se agrava por el hecho de que Aguascalientes, un estado con profundas raíces conservadoras, está siendo arrastrado por el circo mediático que rodea estos temas. El tira y afloja entre Morena y PAN no se trata solo de una rivalidad política; se trata también de una cuestión más amplia: ¿qué tipo de futuro queremos construir para México? ¿Uno que salvaguarde su medio ambiente y ofrezca una oposición real, o uno que siga priorizando proyectos industriales a costa de sus recursos naturales?
Desde esta humilde tribuna, hacemos un llamado a la reflexión. ¿Qué mensaje queremos enviar desde Aguascalientes al resto del país? ¿Queremos ser vistos como un estado que simplemente repite la retórica de las élites políticas, o deseamos tomar una postura firme ante los problemas profundos que enfrenta nuestra nación, como la justicia ambiental y la necesidad de una oposición política genuina que vaya más allá de los juegos de poder?
El proyecto del Tren Maya, con su impacto destructivo sobre el medio ambiente y sus preocupantes implicaciones éticas, es un recordatorio claro de que el progreso no debe llegar al precio de la supervivencia de la naturaleza. En un mundo cada vez más consciente de los peligros del desarrollo desmedido, es más importante que nunca que Aguascalientes—no solo desde lo político, sino también desde lo moral—opte por la reflexión profunda que reconozca la urgente necesidad de una relación responsable y humana con el medio ambiente.
Al final, la lucha por la relevancia política en Aguascalientes, y en todo México, no solo se trata de qué partido ostenta el poder. Se trata de elegir un camino que priorice el futuro, uno donde el progreso genuino y una oposición robusta al tetratransformismo puedan coexistir sin sacrificar el medio ambiente ni los derechos de las múltiples especies que comparten esta tierra.
Al tiempo… y a su A Opinión.
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