A Opinión del 25/11/24

El eco de las balas en el Fraccionamiento Del Valle. El sol apenas despuntaba, prometiendo un día cualquiera en el fraccionamiento Del Valle, cuando la tranquilidad habitual fue rota por el estruendo seco de disparos. Eran las 9:20 de la mañana, y lo que parecía ser una rutina matutina se transformó en una escena digna de una película de acción. Arturo de Guadalupe Orenday González, conocido exnotario y catedrático universitario, yacía herido frente a las puertas de su domicilio, víctima de un ataque directo y calculado.

La violencia, que muchos piensan ajena a las zonas residenciales, llegó en forma de una motocicleta. Sobre ella, una pareja de sicarios descargó tres tiros contra el profesionista, quien, con sangre manchando su camisa, quedó al borde de la muerte. Los vecinos, perplejos y asustados, describen haber visto a los atacantes huir como sombras entre el pavimento, dejando tras de sí un silencio cargado de preguntas y miedo.

No pasó mucho tiempo para que la noticia se propagara como pólvora en redes sociales y medios locales. La Secretaría de Seguridad Pública y la Fiscalía General del Estado confirmaron que Orenday había sido trasladado al hospital privado Mac Sur por sus propios familiares. Un hombro perforado y un pulmón afectado pintaban un panorama delicado, aunque las autoridades aseguraban que su vida no corría peligro inmediato.

La respuesta policial fue rápida, pero no menos inquietante. Apenas minutos después del ataque, los presuntos responsables fueron localizados en las calles Almendro y Pirul, aún a bordo de la motocicleta y portando el arma que, probablemente, llevaba la huella de su acto. Una captura que, en el papel, parece un logro de la seguridad pública, pero que deja entrever una realidad más oscura: ¿qué tan fácil es atentar contra alguien en esta ciudad?

La Fiscalía confirmó la presentación de los detenidos, pero mientras las ruedas de la justicia comienzan su lento girar, las implicaciones del ataque siguen pesando en el ambiente. Arturo Orenday no es cualquier ciudadano; su rol como catedrático y exnotario lo coloca como una figura pública, alguien que, por definición, debería estar fuera del alcance de las balas. Pero en una sociedad donde el crimen cada vez es más osado, parece que nadie está exento.

La reflexión es inevitable: la violencia, aunque focalizada en algunos sectores, ha traspasado líneas que antes considerábamos seguras. El fraccionamiento Del Valle, con sus calles tranquilas y su aire de exclusividad, se suma a la lista de lugares que la barbarie ha tocado. La pregunta ya no es si puede ocurrir en nuestras calles, sino cuándo y a quién.

Mientras Arturo se recupera en un cuarto de hospital y los responsables enfrentan su destino legal, la ciudad se enfrenta a un espejo incómodo: el reflejo de una sociedad que, entre balas y detenciones, intenta encontrar un respiro de paz.

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