A Opinión del 26/11/24

El empresario mexicano enfrenta incertidumbre económica, inseguridad y burocracia, destacando su resiliencia e innovación ante un panorama desafiante.

El dilema del empresario mexicano: entre la incertidumbre y la resiliencia

En el México contemporáneo, ser empresario es caminar por una cuerda floja, donde cada paso está marcado por la incertidumbre económica, la vorágine de las reformas fiscales y la incesante sombra de la corrupción. Mientras el gobierno pregona políticas de transformación y justicia social, el sector empresarial enfrenta retos que parecen perpetuar un sistema donde el éxito es más fruto de la resistencia que de la innovación.

El panorama fiscal se ha convertido en una verdadera camisa de fuerza. Los constantes cambios en las leyes tributarias —justificados bajo el argumento de combatir la evasión— han terminado por asfixiar a las pequeñas y medianas empresas, que representan el 99% de los negocios en el país. La narrativa oficial celebra las grandes inversiones extranjeras, pero en los mercados locales, los emprendedores luchan contra el monstruo de la burocracia y las complicaciones regulatorias.

A esto se suma el contexto de inseguridad. En estados como Guanajuato, Jalisco y Michoacán, la actividad empresarial se ha vuelto una apuesta de alto riesgo. Secuestros, extorsiones y robos son parte del costo no oficial de hacer negocios. Este fenómeno no solo afecta a los pequeños comerciantes, sino también a industrias consolidadas que han debido incrementar sus gastos en seguridad privada.

Por otro lado, el discurso gubernamental hacia los empresarios es contradictorio. Mientras que en la presidencia señalan a los “grandes capitales” como responsables históricos de desigualdades, al mismo tiempo, los busca como aliados estratégicos en proyectos como el Tren Maya o el Corredor Transístmico. Este doble lenguaje ha generado un clima de desconfianza y polarización, donde los empresarios son vistos con recelo por sectores de la sociedad.

Sin embargo, la resiliencia parece ser la insignia del empresario mexicano. A pesar de los desafíos, el espíritu innovador sigue presente. Desde las startups tecnológicas en Guadalajara hasta los proyectos sustentables en Yucatán, los negocios mexicanos están demostrando una capacidad única para adaptarse a las circunstancias adversas.

La pregunta, sin embargo, sigue vigente: ¿cuánto más se puede resistir antes de que esta resiliencia se agote? Mientras el gobierno no implemente políticas que verdaderamente fortalezcan el tejido empresarial, México seguirá perdiendo la oportunidad de consolidarse como una potencia económica regional. Y en este juego de altos riesgos, el empresario mexicano, por ahora, sigue manteniéndose en pie. Pero no es eterno.

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