A Opinión del 28/11/24

Crónica de una tragedia ferroviaria en Villa Sur.Las luces del tren perforaban la penumbra de la noche del domingo, mientras el frío envolvía las calles de Villa Sur. A la distancia, el silbato de la locomotora anunciaba su inevitable llegada. Una familia, ajena al peligro, caminaba al borde de las vías. Quizá fue la costumbre o la necesidad de atajar un camino lo que los llevó a cruzar ese estrecho puente, un lugar que esa noche se convertiría en escenario de tragedia.

Era un grupo compuesto por una mujer joven, su hermano, tres menores y su pareja, quien caminaba rezagado unos metros más atrás. Al escuchar el rugir del tren acercándose, los pasos se aceleraron, pero la suerte no estuvo de su lado. Entre la confusión y el pánico, no lograron abandonar las vías a tiempo. El impacto fue brutal. La mujer, con apenas unos años por delante en su vida, fue proyectada hacia un arroyo cercano, donde las heridas le arrebataron la existencia de inmediato.

Los niños, de 7, 8 y 10 años, fueron trasladados de emergencia al hospital, sus pequeños cuerpos marcados por el violento accidente. El hermano de la mujer, con lesiones severas, también fue atendido de urgencia, mientras la pareja, ilesa físicamente, quedó atrapada en el horror de lo que acababa de presenciar.

En minutos, patrullas y ambulancias inundaron el lugar. Las autoridades municipales cercaron la zona, pero su presencia no pudo borrar el eco de los gritos ni el frío vacío que dejó la tragedia.

Accidentes como este no son nuevos en Aguascalientes. Las cifras no mienten: en apenas dos años, casi 30 incidentes ferroviarios han dejado una estela de dolor y cuestionamientos. Y aunque la mayoría de estos involucran a conductores imprudentes que intentan “ganarle el paso al tren”, este caso pone sobre la mesa un problema distinto, aunque igualmente grave: la falta de infraestructura adecuada para quienes caminan cerca de las vías.

¿Qué llevó a esta familia a arriesgar su vida cruzando un puente tan peligroso? La respuesta podría encontrarse en la precariedad de la planificación urbana, donde los espacios peatonales seguros parecen no figurar en las prioridades. En zonas como Villa Sur, las alternativas son mínimas y, en ocasiones, inexistentes.

Las autoridades han prometido investigar el caso, pero esta tragedia debería ser una llamada de atención para todos. No se trata solo de lamentar lo ocurrido, sino de prevenir que estas historias se repitan. ¿Cuántas vidas más deben perderse para que se implementen medidas efectivas? Señalética, pasos seguros, campañas de concienciación y, sobre todo, empatía hacia las comunidades vulnerables, podrían marcar la diferencia.

La mujer que perdió la vida no fue solo una cifra más en las estadísticas, sino una madre, una hermana, alguien que dejó un vacío irremplazable en su familia. Que su muerte no sea en vano. Que esta crónica sirva para exigir un cambio y honrar su memoria.

Al tiempo… y a su A Opinión

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