Historia de Aguascalientes: El abandono y la incertidumbre
Una familia humilde celebra unida con fe y gratitud, superando la pobreza con esperanza.
La pobreza arrasa con todo, especialmente con los grupos vulnerables. Juan terminó el año desempleado y no sabe cómo remediar la situación económica de su familia. Es padre de cinco hijos, el mayor de 15 años. Un recorte de personal en una tienda de abarrotes, donde percibía un sueldo de 80 pesos al día, lo dejó sin empleo. Esto lo obligó a apretarse el cinturón y a alimentar a su familia únicamente con frijoles y huevo, un platillo que para sus antojos parecía suculento, mientras otros disfrutaban de un pollo rostizado o una carne asada.
Eran las once de la noche y no había forma de celebrar el Año Nuevo. Ante el temor de no saber qué hacer, Juan lloró en el baño mientras sus hijos rezaban en la mesa, agradeciendo a Dios por al menos tener algo que comer. Dos años antes, la madre de los niños los había abandonado buscando un “mejor rumbo” en otra familia.
Sin ánimos, Juan salió del baño y abrazó a sus hijos. “Los quiero mucho, hijos míos. Sé que la vida que llevamos no es fácil, pero estoy con ustedes y saldremos adelante pase lo que pase”. Ese fue su mensaje de Año Nuevo.
Los menores no se dejaron intimidar. Isidoro, el mayor, tomó una tortilla dorada del comal de leña y se la dio a su hermanita menor, de solo dos años. Así, uno a uno, comieron su humilde cena mientras su padre apenas probó una cucharada de frijoles, dejando el resto para sus hijos. Un vaso de café caliente fue su única bebida.
Mientras esta familia bendecía su sencilla cena, otros celebraban con bebidas alcohólicas y platillos especiales en restaurantes y cantinas. Eloísa, la mediana de la familia, buscó consolar a sus hermanos: “Sé que no es fácil para nuestro papá estar solo, pero cuando seamos grandes vamos a ayudarlo. Estudiaremos mucho y ganaremos dinero para que nunca más pasemos por esto”.
A estas palabras, Joaquín, el penúltimo, respondió: “No se preocupen porque estemos solos con mi papá. Lo más importante es que Dios está con nosotros”.
Finalmente, los cinco niños, junto a su padre, se abrazaron y miraron al techo de su casa, insinuando al cielo su agradecimiento por estar juntos. Así, terminaron un año y comenzaron otro, que recibirían ya dormidos.
Enhorabuena por este momento, símbolo de dicha para algunos, mientras otros no pudieron disfrutar lo mismo.