Corazones en Loma Bonita

Hermanos en Loma Bonita y su perro Dino viven aventuras; Dino heroicamente salva a Leo de una inundación, fortaleciendo su vínculo familiar.

En la tranquila comunidad de Loma Bonita, en las afueras de Aguascalientes, vivían dos hermanos inseparables: Sofía, de 9 años, y Leo, de 7. Aunque discutían como todos los hermanos, se querían con el alma. Su mejor amigo y compañero de aventuras era un perro mestizo de orejas caídas y cola inquieta llamado Dino.

Cada tarde, después de la escuela, los tres se aventuraban por los caminos polvorientos que rodeaban su colonia. Corrían entre los árboles de guayaba, buscaban luciérnagas al atardecer, y se sentaban en la cima del pequeño cerro que ellos llamaban “El Mirador del Mundo”, desde donde veían cómo el sol caía sobre los tejados rojizos del vecindario.

Una tarde de julio, cuando las lluvias comenzaban a mojar la tierra, Sofía y Leo decidieron explorar un viejo canal por donde pasaba un arroyo que se llenaba con las tormentas. Dino los acompañaba como siempre, moviendo la cola feliz.

Pero el cielo se oscureció de pronto. Una tormenta inesperada comenzó a azotar con fuerza. El agua creció en segundos y el canal se convirtió en una corriente peligrosa. Leo resbaló y cayó al agua.

Sofía gritó desesperada. El niño fue arrastrado varios metros por la corriente. Dino, sin dudarlo un segundo, saltó al canal. A pesar del agua turbulenta y el barro, el valiente perro alcanzó a Leo, que se sujetó con fuerza de su collar.

Dino nadó con todo su esfuerzo hasta una rama gruesa que colgaba del borde del canal. Sofía logró tomarlos de la pata y el brazo, y con la fuerza del amor y la desesperación, los sacó a los dos del agua.

Mojados y temblando, se abrazaron con lágrimas en los ojos. Leo no dejaba de acariciar a Dino mientras decía:
—Me salvaste… ¡nos salvaste!

La historia del acto heroico de Dino se corrió por toda Loma Bonita. Los vecinos comenzaron a verlo con nuevos ojos: ya no era solo un perrito travieso, sino un verdadero héroe.

Días después, en una pequeña ceremonia organizada por la colonia, Dino recibió una medalla hecha por los niños del vecindario: una tapa de refresco dorada colgada con un listón azul. Sofía y Leo no podían estar más orgullosos.

Desde entonces, cada vez que caminaban por “El Mirador del Mundo”, miraban el canal con respeto, pero también con gratitud. Porque ese día entendieron que el amor, el valor y la familia —incluso con cuatro patas y un hocico húmedo— podían ser más fuertes que cualquier tormenta.

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