Cuatro kilos de crystal en Volcanes

No todos los días se topa uno con cuatro kilos de crystal. Y mucho menos cuando el punto de partida es una llamada anónima al 089. Pero así fue como comenzó todo: un timbrazo discreto, una voz entrecortada, y una dirección susurrada con más miedo que certeza. La Avenida Paseo de la Cruz, fraccionamiento Infonavit Volcanes. Sonaba a un caso más, hasta que dejó de serlo.

Desde hace semanas, mis fuentes en la Secretaría de Seguridad Pública del Estado y la Fiscalía General del Estado venían oliéndose algo. No era paranoia: era intuición de sabueso. En las calles corría el rumor de un domicilio que funcionaba como búnker del narcomenudeo. El tipo de lugar donde el cristal no está en las ventanas, sino en pequeñas bolsas plásticas que envenenan a los barrios.

La orden de cateo no se hizo esperar. A las 12:00 horas en punto, los oficiales estatales, ya con la bendición de un juez, irrumpieron en la vivienda marcada. El sol del mediodía pegaba fuerte, pero dentro de esa casa, lo que ardía era el olor químico de la desesperación.

Once paquetes. Plástico sellado. Poco más de cuatro kilos de crystal, listos para ser distribuidos, listos para quebrar más vidas. El hallazgo no fue casualidad, sino resultado de un rompecabezas que involucró detenciones previas, análisis forense y muchas noches sin dormir. La droga fue entregada al Ministerio Público. Allí seguirá su historia… al menos en papel.

Este oficio no tiene días de gloria, pero tiene momentos de justicia. Y en esta ocasión, gracias a la denuncia de un ciudadano que decidió no guardar silencio, la ciudad amaneció un poco más limpia. Un poco más despierta. Como detective, sé que el trabajo no termina aquí. Pero por hoy, ganamos una.

Mañana… quién sabe.

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