A Opinión del 17/6/25

El PRI, en decadencia, busca protagonismo impugnando elecciones mientras sus liderazgos huyen y su credibilidad se desmorona rápidamente.

El PRI, los acordeones y el último acto de simulación

Por décadas, el PRI fue el partido hegemónico, el gran operador político que marcó las reglas del juego en México. Hoy, sin embargo, es un cascarón del viejo régimen que se desmorona a pedazos en cada proceso electoral, donde sus militantes más hábiles han optado por buscar refugio en otros partidos. Es en ese contexto de decadencia que ahora pretende erigirse como el paladín de la democracia… impugnando una elección judicial.

Alejandro Moreno Cárdenas, líder nacional del PRI, acudió esta semana al Instituto Nacional Electoral para impugnar los resultados de la elección del Poder Judicial. En sus declaraciones, denunció una “imposición clara desde el poder” y habló de “la mayor violación a los principios constitucionales”. Las palabras suenan rimbombantes, indignadas, casi épicas… si no fuera porque provienen de quien ha sido parte del mismo sistema que durante décadas manipuló elecciones, repartió cargos a conveniencia y ejerció el poder sin rendir cuentas.

Para nadie es un secreto que los pocos liderazgos que le quedan al PRI cada día reclaman su abandono. Se quejan de una dirigencia cerrada, impuesta desde el centro, que no escucha y que ha convertido al partido en un espacio estéril para el diálogo político. Y si bien es cierto que el PRI ya no usa “acordeones” para designar a sus dirigentes, sí emplea una práctica igual de nociva: los oídos sordos. Esos oídos sordos que han mandado al exilio político a cuadros valiosos, a militantes con trayectoria y a liderazgos territoriales que hoy, desde otras trincheras, construyen otro futuro. Y quienes siguen, ya comienzan a dudar de su pertenencia.

Resulta irónico —cuando no cínico— que quien ha acomodado “acordeones” en el Congreso, en candidaturas, en reformas a modo y en alianzas impresentables, ahora denuncie irregularidades.

El asedio al Poder Judicial se dio antes de esta elección, socavado desde el mismo sistema que el PRI ayudó a consolidar y del cual fue beneficiario por décadas. Buscar culpar al INE, a los muy pocos que votaron o a las y los candidatos que participaron en el proceso sólo refleja las ganas desesperadas de buscar el reflector mediático, no la justicia ni la defensa real de la democracia.

Mientras la desgastada clase política nacional priísta gasta energías en discursos vacíos, sus estructuras territoriales continúan en ruinas, sus cuadros huyen, y su dirigencia se aferra a un protagonismo político. La verdadera batalla no está en las urnas judiciales, sino en la credibilidad, y esa, con tantas renuncias que se están dando en todo el país —más las que vienen—, se pierde rápido.

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