El R8 y el eco de un pasado uniformado
El R8, detective en retiro, enfrenta un caso inesperado en Tepezalá que lo conecta con su pasado militar y personal.

El cielo de Tepezalá amanecía con la calma usual del centro histórico, ese lunes 7 de julio. Pero la quietud de la mañana fue rota en un consultorio dental de la zona, cuando un hombre delgado, con mirada de cristal roto, irrumpió pidiendo papel y pluma. Nada en su voz anticipaba la amenaza que estaba por escribirse. El mensaje era claro: una cuenta bancaria, la cantidad de 4 mil pesos y una promesa venenosa: “Si no pagas, te mueres”. Así, Rafael, alias “el Teclais”, dejó más que tinta en esa hoja: dejó el miedo.
Lo curioso es que El R8 no tenía motivos laborales para estar en Tepezalá ese día. Andaba de paseo, visitando a una comadre que quería como a una hermana y a quien respetaba profundamente. Cada tanto, el detective se daba esos lujos: perderse en la tranquilidad de los pueblos y compartir un café con personas que le recordaban que aún existía la bondad en este mundo. Pero esa mañana, la llamada llegó justo mientras partía el pan dulce. “Hay movimiento raro en el centro”, le dijeron. Y donde hay movimiento raro, El R8 sabe que algo se cuece.
Quien llegó al lugar minutos después no fue un oficial más. Era él. El R8. Un detective que ya no usa placa, pero sí intuición. Lo conocen por su silencio, por las botas de suela gastada que parecen contar historias y por su manera de mirar el mundo como si siempre estuviera armando rompecabezas invisibles. “Esto no es extorsión común”, murmuró al ver el papel. No era sólo un intento de cobro criminal; era un gesto de alguien que conocía los protocolos, que sabía cómo intimidar y cómo irse sin dejar huella… o al menos eso creyó el Teclais. El R8 sabía que la seguridad tiene memoria, y el extorsionador había sido parte del cuerpo policiaco. Eso lo hacía más peligroso y, al mismo tiempo, más predecible.
Gracias a la denuncia oportuna y a la agudeza de los investigadores, la Fiscalía logró armar la línea del tiempo. El sospechoso huyó en motocicleta, pero no lo suficientemente lejos del radar de quienes aún creen en la justicia. Fue detenido y vinculado a proceso, ahora bajo prisión preventiva. Mientras tanto, El R8 se quedó mirando el consultorio, en silencio. No porque la historia terminara ahí, sino porque sabía que donde un ex policía cruza la línea, muchas otras sombras acechan cerca. Y en Aguascalientes, donde las sonrisas se blanquean en sillones dentales y el miedo entra pidiendo una pluma, aún hay quien escribe justicia a puño limpio.
Horas más tarde, ya de regreso en su oficina del centro de la capital, El R8 cerró la puerta, se sirvió un café negro y se quedó un largo rato contemplando una fotografía enmarcada, colgada junto a una repisa. Era vieja, de papel gastado y tonos sepia. En ella, varios jóvenes con uniforme militar posaban con gesto serio. Entre ellos, estaba él, más joven y con menos sombras en la mirada. A su lado, la comadre. Sonreían sin saber lo que la vida les pondría por delante. El R8 acarició el marco con los dedos y suspiró. A veces, pensó, los fantasmas del pasado no vienen a asustar… vienen a recordarte quién eres.
-Crónica ficción de la Ciudad de Aguascalientes-