A Opinión del 7/4/25
Aguascalientes enfrenta una grave sequía; falta voluntad política para enfrentarla. La escasez de agua compromete salud, economía y desarrollo regional.

Aguascalientes, entre la sequía y la indiferencia
Por más que queramos restarle importancia, la situación hídrica de Aguascalientes en este 2025 no está para tomarse a la ligera. Según la Comisión Nacional del Agua (Conagua), durante el primer trimestre del año cayeron apenas 9.5 milímetros de lluvia sobre el estado, lo que lo posiciona como el cuarto con menor precipitación a nivel nacional. Un dato que, en otros contextos, podría parecer anecdótico, pero que en una región que ya padece estrés hídrico crónico, se convierte en una verdadera señal de alarma.
Podríamos consolarnos diciendo que no es el trimestre más seco desde que hay registros, o que en 2024 llovió más porque hubo un pico atípico en febrero, pero eso sería como intentar apagar un incendio con una cubeta. En Aguascalientes no llovió ni en febrero ni en marzo. Toda el agua caída en estos primeros tres meses del año ocurrió en enero. ¿Qué hacemos con eso? ¿Esperamos a que el cielo se compadezca? ¿O seguimos improvisando soluciones mientras las presas, como la Calles, se encuentran apenas al 15% de su capacidad útil?
Este no es un problema exclusivo de nosotros, claro está. Países enteros en vías de desarrollo enfrentan las peores consecuencias de la escasez de agua potable: enfermedades, hambrunas, migraciones forzadas, violencia. Y aunque Aguascalientes no esté (todavía) en un escenario tan extremo, ignorar los síntomas sería irresponsable. La escasez de agua es un freno para el desarrollo económico y social. Si no hay agua, la industria sufre, la agricultura decae, la ganadería se colapsa y, al final, los alimentos escasean. Ya lo estamos viendo con los costos de producción disparados y con comunidades enteras dependiendo de pipas.
Pero el problema va más allá de la infraestructura o del clima. Es un problema de voluntad política. Mientras algunos estados del sureste mexicano como Tabasco, Quintana Roo o Chiapas registran precipitaciones por encima de los 120 milímetros, Aguascalientes sigue sin una política hídrica integral, con estrategias de captación y aprovechamiento de agua de lluvia prácticamente inexistentes. ¿Hasta cuándo seguiremos considerando el agua como un recurso infinito?
La sequía ya no es una amenaza lejana. Es una realidad que se filtra por las grietas de nuestras calles, que cala hondo en los bolsillos del campo, que seca las esperanzas de quienes dependen del agua para vivir. La pregunta no es si va a llover más o menos este año. La pregunta es si vamos a seguir tratando la crisis del agua como si fuera un problema del futuro. Porque el futuro ya llegó. Y nos está pidiendo cuentas.