La luz mágica del árbol de navidad

Andrés, un niño emocionado, vive la magia del encendido del árbol de Navidad en Aguascalientes, encontrando esperanza y tradición.

En el corazón del centro histórico de Aguascalientes, la plaza principal se preparaba para uno de los eventos más esperados del año: el encendido del gigantesco árbol de Navidad. Era una tradición que atraía a familias, amigos y turistas, todos ansiosos por presenciar el momento mágico en que las luces transformarían la noche en un espectáculo de color y alegría.

Andrés, un niño de ocho años con ojos brillantes y un espíritu curioso, caminaba de la mano de su mamá hacia la plaza. Había escuchado historias sobre lo espectacular que era el árbol, pero esta sería la primera vez que lo vería en persona. Su emoción era tan grande que apenas podía contenerse.

Cuando llegaron, la plaza estaba repleta de gente. El árbol, un coloso de más de veinte metros, se alzaba imponente en el centro. Sus ramas estaban adornadas con esferas doradas, cintas rojas y cientos de pequeños destellos que reflejaban la luz de la luna. En la punta, una estrella luminosa aguardaba para encenderse y coronar la noche.

Andrés no podía apartar los ojos del árbol. Imaginaba cómo sería verlo iluminado, cómo las luces danzarían como estrellas vivas. Mientras esperaban, su mamá le contó sobre los orígenes de la tradición en Aguascalientes y cómo cada año se añadía un nuevo detalle al árbol para hacerlo aún más especial.

A su lado, un grupo de músicos afinaba sus instrumentos. El alcalde subió al escenario y comenzó a dar un discurso, agradeciendo a la comunidad por un año más de unión y esperanza. Andrés apenas escuchaba; estaba demasiado concentrado en los contornos del árbol y en lo que estaba a punto de suceder.

Cuando el alcalde terminó de hablar, comenzó una cuenta regresiva. Todos en la plaza se unieron al unísono:
—¡Cinco! ¡Cuatro! ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno!

De repente, el árbol se encendió en un estallido de luz. Miles de pequeñas bombillas LED comenzaron a brillar, formando patrones que cambiaban y se movían al ritmo de la música navideña que ahora llenaba el aire. La estrella en la cima resplandecía como si quisiera alcanzar las estrellas del cielo. Andrés abrió la boca, asombrado, mientras un coro de “¡oooh!” y “¡aaah!” recorría la multitud.

Pero lo más mágico ocurrió cuando de las ramas más altas comenzaron a caer pequeñas luces que parecían luciérnagas, descendiendo suavemente hasta mezclarse con el público. Una de esas luces cayó justo frente a Andrés, quien, sin pensarlo, extendió la mano para atraparla. Era cálida y brillaba con un resplandor dorado. Al tocarla, sintió una extraña calidez en su pecho, como si todo el espíritu navideño del árbol se hubiese concentrado en ese pequeño instante.

Esa noche, mientras caminaba de regreso a casa con su mamá, Andrés no podía dejar de hablar sobre el árbol y la luz mágica que había tocado su mano. Decidió que, cuando creciera, quería ser quien decorara el árbol cada año, para que otros niños pudieran sentir la misma alegría que él había experimentado.

Desde entonces, Andrés nunca faltó al encendido del árbol en el centro de Aguascalientes. Cada año, su corazón se llenaba de la misma emoción, como si cada Navidad fuera la primera vez. Y con el tiempo, esa tradición se convirtió en algo más que un evento para él: era un recordatorio de que la magia de la Navidad vive en los pequeños momentos compartidos con los demás.

Sobre el autor

error: Content is protected !!