A Opinión del 5/5/25

Nathanael Cano desafía censura en Aguascalientes con corridos prohibidos, encendiendo polémica y disparando el negocio musical de la rebeldía

Retar a la autoridad será un gran negocio para la industria musical

La reciente presentación de Natanael Cano en el Palenque de la Feria de San Marcos, en Aguascalientes, ha sido mucho más que un concierto polémico: fue una declaración de principios, un acto de resistencia cultural, y, sobre todo, una jugada maestra desde la óptica del negocio musical. En un país donde la censura todavía asoma la cabeza con el disfraz de “regulación por la paz”, Cano desafió abiertamente las restricciones impuestas por el gobierno estatal, interpretando corridos prohibidos, lanzando críticas al micrófono y dejando claro que la rebeldía, cuando se hace frente a un sistema autoritario, no solo es legítima: es rentable.

El espectáculo, que por sí solo ya prometía encender la controversia, se convirtió en un fenómeno mediático cuando Cano cantó “Pacas de billetes”, una canción que hace referencia a Joaquín “El Chapo” Guzmán, pese a las advertencias legales. Lejos de disminuir su impacto, las amenazas judiciales y los operativos de seguridad solo aumentaron el interés del público y los medios. Cada paso que dio Cano —desde su entrada escoltada por fuerzas federales hasta su retirada directa al aeropuerto— alimentó la narrativa de un artista perseguido por cantar lo que su audiencia quiere oír. Y eso, en términos de industria musical, es oro molido.

¿Por qué? Porque la música, como cualquier forma de arte, se alimenta del conflicto. No hay nada más poderoso que el símbolo de un artista que enfrenta al poder por defender su voz, aunque esa voz incomode, provoque o hasta glorifique realidades crudas. Las prohibiciones, como lo ha demostrado la historia una y otra vez, no sofocan a la cultura: la elevan. Cada vez que una autoridad intenta silenciar una canción, esa canción se multiplica en escuchas, reproducciones y menciones en redes sociales. Y en un entorno donde la atención es la nueva moneda, cualquier intento de censura es un regalo de marketing.

La industria de la música no es ingenua. Las disqueras, los promotores y hasta las plataformas saben que la controversia vende. Natanael Cano, con su postura desafiante y su estilo provocador, está marcando un camino que otros seguirán: el del artista que se vuelve mártir de la libre expresión ante una clase política que busca controlar el discurso desde el púlpito de la moral. Y aunque el contenido de los llamados “corridos prohibidos” puede ser cuestionable desde un punto de vista ético o social, lo cierto es que representan realidades que existen, que se viven y que, al intentar ocultarse, solo ganan más fuerza en el imaginario colectivo.

En este contexto, desafiar a la autoridad se convierte en estrategia comercial. No solo para vender más boletos, más discos o más streams, sino para consolidar marcas personales que trascienden la música y se convierten en símbolos culturales. Cano no es solo un cantante; es ahora un ícono del anti-establishment. Y mientras más se le intente silenciar, más fuerte se escuchará.

En resumen, lo que Aguascalientes intentó apagar se ha convertido en un incendio mediático que beneficia a todos los actores de la industria, menos a quienes intentaron imponer la censura. Retar a la autoridad, cuando ésta recurre a la represión en lugar del diálogo, no solo es bueno para el alma del arte: es muy, muy bueno para el negocio.

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