A Opinión del 15/5/25
El campo de Aguascalientes se transforma: la sequía lo agota y sólo sobrevive quien apuesta por tecnología e innovación.

El campo ya no es el mismo: sequía y transformación en Aguascalientes
La tierra de nuestros abuelos ya no es la misma. El campo que ellos conocieron, fértil y generoso con el esfuerzo, ha cambiado de rostro. Hoy, en Aguascalientes, la sequía es más que una amenaza estacional: es una realidad persistente que redefine las reglas del juego para el agro. Lo que antes era cuestión de trabajo duro, ahora también exige tecnología, estrategia y adaptación.
Según el más reciente reporte del Monitor de Sequía de México, al 30 de abril, tres municipios del estado —Aguascalientes, Calvillo y El Llano— se encuentran ya en condición de sequía moderada, con daños visibles en cultivos y pastizales, mientras que el resto del territorio se cataloga como anormalmente seco, una alerta que no puede ser ignorada por el sector agrícola ni por quienes dependen del agua para vivir o producir. Las presas muestran cifras preocupantes: la Calles al 14.7 % de su capacidad, la Media Luna al 40.1 %, Malpaso al 33.5 %… números que hablan por sí solos.
Este escenario no sólo dibuja una crisis ambiental, sino también una transición silenciosa: el campo ha dejado de ser lo que era. La agricultura tradicional, la que dependía casi exclusivamente del clima y la voluntad del campesino, enfrenta ahora un entorno que la arrincona. Hoy, sólo quienes han apostado por la tecnificación, la eficiencia hídrica y la agroindustria pueden seguir siendo productivos en medio de este desierto en expansión.
La imagen romántica del campo mexicano debe dar paso a una visión moderna. Ya no basta con sembrar con fe y esperar a que el cielo cumpla. Hoy se requiere planificación, infraestructura, sistemas de riego por goteo, semillas mejoradas, sensores, drones y modelos predictivos. Esta transformación no es un lujo: es una necesidad para sobrevivir.
Aún hay esperanza. El Distrito de Riego 01 tiene garantizado el suministro de agua para este año, aunque con recursos limitados. Las lluvias de junio podrían mejorar el panorama, pero no podemos seguir dependiendo de lo incierto. Es hora de entender que la adaptación ya no es opcional.
Las autoridades deben asumir un papel activo en esta transformación. Urge una política hídrica ambiciosa, que combine inversión en infraestructura con educación para el campo. El acompañamiento técnico, los incentivos para la modernización y el acceso a nuevas tecnologías deben llegar a todos los rincones del estado, especialmente a los pequeños productores que siguen resistiendo con lo que tienen.
Hoy, más que nunca, el campo necesita manos que siembren y mentes que innoven. Porque en estos tiempos de sequía, quien no se adapta, desaparece. Y perder nuestro campo no es una opción.