Un día de Año Nuevo en la ciudad de tu vida
Un día inolvidable recorriendo el Centro Histórico, el Jardín de San Marcos y el Museo Nacional de la Muerte en Aguascalientes.
El reloj marcaba las 10 de la mañana cuando el sol comenzó a iluminar las calles del Centro Histórico de Aguascalientes. Era un 1 de enero fresco y tranquilo, con un cielo despejado que anunciaba un día perfecto para explorar la ciudad. Mis invitados y yo, aún con el entusiasmo de haber recibido el Año Nuevo, decidimos comenzar nuestra travesía por la Plaza de la Patria.
Al llegar, el eco de nuestras pisadas se mezcló con el murmullo de las fuentes y el canto lejano de las palomas que revoloteaban alrededor de la Catedral Basílica de Nuestra Señora de la Asunción. Nos detuvimos frente a su imponente fachada barroca, maravillados por los detalles tallados en piedra, mientras el repique de las campanas resonaba como un recordatorio de la herencia espiritual de la ciudad.
Nuestro siguiente destino fue el encantador Barrio de San Marcos. Caminamos bajo los arcos que delimitan el Jardín de San Marcos, un espacio verde donde los árboles parecían susurrar historias de las ferias que aquí se celebran cada año. El ambiente era sereno, apenas interrumpido por familias que paseaban y vendedores que ofrecían antojitos típicos. Aprovechamos para disfrutar de unas tradicionales gorditas de maíz rellenas de guisos, cuyo sabor cálido nos reconfortó en medio de la mañana.
Por la tarde, nuestra curiosidad nos llevó al Museo Nacional de la Muerte. Al cruzar sus puertas, fuimos recibidos por una exposición que nos sumergió en la riqueza cultural de México. Desde coloridas calaveras hasta antiguos códices y arte contemporáneo, cada sala del museo era un homenaje a la visión única de los mexicanos sobre la vida y la muerte. Mis invitados quedaron fascinados, comentando cómo esta perspectiva tan característica les parecía tanto misteriosa como profundamente humana.
El día culminó con una caminata por la Calle Madero, donde las luces navideñas todavía adornaban las fachadas de las tiendas y los cafés. Nos detuvimos en una terraza para tomar un chocolate caliente, mientras el aire se llenaba del aroma de las roscas de reyes que los panaderos locales preparaban para los días venideros.
Regresamos a casa al anochecer, con el corazón lleno de gratitud y las cámaras repletas de recuerdos. Aguascalientes, con su mezcla de tradición, arte y calidez, nos había regalado un Año Nuevo inolvidable.