Una Navidad en Aguascalientes
Lupita, una niña de Aguascalientes, descubre esperanza en Navidad al pedir un milagro bajo una estrella y recibir un regalo especial
Era una noche clara y fresca de diciembre en Aguascalientes. Las calles del centro histórico brillaban con luces de colores que colgaban de los balcones coloniales. El olor a ponche y tamales llenaba el aire, y una leve brisa acariciaba los rostros de las personas que paseaban entre los puestos del mercado navideño.
En una pequeña casa en el barrio de San Marcos vivía Lupita, una niña de diez años con una gran sonrisa y ojos llenos de curiosidad. Aunque su familia no tenía mucho dinero, siempre encontraban la manera de celebrar la Navidad con alegría. Este año, sin embargo, era diferente. Su papá había perdido el trabajo recientemente, y Lupita sabía que los regalos y la cena serían más modestos de lo habitual.
A pesar de las dificultades, Lupita tenía un deseo: encontrar la estrella de Navidad más brillante del cielo y pedirle un milagro para su familia. Así que, la noche del 24 de diciembre, mientras los adultos preparaban la cena y los niños jugaban con luces de bengala, Lupita se escabullió de la casa y caminó hacia el Jardín de San Marcos, un lugar que siempre le había parecido mágico.
El jardín estaba casi desierto, excepto por un hombre mayor que tocaba un violín bajo el quiosco. Su música llenaba el lugar con una melancólica pero hermosa melodía. Lupita se sentó en una banca y miró hacia el cielo. Entre las ramas de los árboles, vio una estrella que brillaba más intensamente que las demás. Cerró los ojos y, con el corazón lleno de esperanza, pidió su deseo.
—Quiero que mi familia tenga una Navidad feliz, aunque sea sencilla. Y, si es posible, que mi papá encuentre trabajo pronto.—
Cuando abrió los ojos, el hombre del violín estaba frente a ella, sonriendo amablemente.
—¿Hiciste un deseo, pequeña?—preguntó con voz suave.
Lupita asintió, algo sorprendida.
—Dicen que las estrellas escuchan a los corazones puros. Espero que el tuyo se haga realidad.—
El hombre le entregó una pequeña caja envuelta en papel dorado.
—Esto es para ti. Pero ábrelo solo cuando estés con tu familia.—
Lupita tomó la caja, agradeció al hombre y regresó a casa. La cena era sencilla pero deliciosa: tamales, frijoles y un poco de ponche. Cuando todos estaban reunidos alrededor de la mesa, Lupita mostró la caja. Al abrirla, encontraron un pequeño árbol de Navidad tallado en madera, con diminutas luces que parecían brillar por sí mismas.
Al instante, la habitación se llenó de una calidez inexplicable. Las risas y los abrazos hicieron que la Navidad fuera inolvidable. Y, como si la estrella hubiese escuchado su deseo, unos días después, el papá de Lupita encontró un nuevo trabajo.
Desde entonces, cada Navidad, el pequeño árbol de madera ocupó un lugar especial en su hogar, recordándoles que, incluso en los momentos difíciles, la esperanza y el amor familiar pueden iluminar cualquier oscuridad.