A Opinión del 3/12/24
El programa “Jóvenes Construyendo el Futuro” en Aguascalientes enfrenta desafíos de supervisión, pero destaca por su impacto inclusivo y formativo.
Este año, el programa “Jóvenes Construyendo el Futuro” en Aguascalientes ha enfrentado un panorama mixto: mientras promete ser un modelo de referencia internacional, también revela grietas que exigen atención urgente. Según Aldo Ruiz Sánchez, titular de la Secretaría de Bienestar, se detectaron alrededor de 100 casos de irregularidades en su operación, lo que equivale a menos del 5% de las incidencias. Sin embargo, detrás de este porcentaje se oculta una problemática que va más allá de los números.
El principal desafío radica en el uso indebido del programa por parte de algunas empresas. Casos en los que los jóvenes becados simplemente no aparecen en los lugares donde supuestamente deberían formarse plantean una pregunta incómoda: ¿es suficiente la supervisión actual para garantizar el cumplimiento de los objetivos del programa? Ruiz Sánchez ha subrayado la importancia de las acciones correctivas, pero la experiencia sugiere que estas llegan cuando el daño ya está hecho.
A pesar de estas sombras, no todo es negativo. El programa ha tenido un impacto tangible, beneficiando a más de 4,100 jóvenes y sumando a empresas de distintos sectores, desde carpinterías locales hasta grandes corporativos como Nissan. Este abanico de participantes resalta el potencial inclusivo del modelo, que busca cerrar la brecha de desempleo juvenil al tiempo que capacita a una generación para enfrentar los retos del mercado laboral.
No obstante, el éxito aparente del programa también plantea interrogantes sobre su sostenibilidad a largo plazo. ¿Qué tan efectivas son las capacitaciones en términos de empleabilidad real? ¿Cómo se evalúa el impacto del programa en los beneficiarios una vez que termina el año de formación? Aunque países como Francia y España se han mostrado interesados en el modelo, el desafío para México será consolidarlo como una herramienta efectiva y libre de abusos.
En última instancia, “Jóvenes Construyendo el Futuro” es un reflejo de la complejidad de las políticas sociales: un equilibrio entre la esperanza y la realidad. Para alcanzar su meta de 6,000 jóvenes inscritos en Aguascalientes este año, el programa no solo necesita más beneficiarios, sino también mecanismos sólidos para blindar su operación. La clave está en la supervisión constante y la mejora de procesos, sin perder de vista que, detrás de cada caso irregular, hay un joven que merece mejores oportunidades.
¿De qué manera el programa “Jóvenes Construyendo el Futuro” puede garantizar no solo la transparencia en su operación, sino también la calidad de la formación otorgada a los jóvenes, para que esta se traduzca en oportunidades laborales reales y sostenibles a largo plazo?
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